LOS 100 LENGUAJES DEL NIÑO

El niño está hecho de cien,

por Loris Malaguzzi

El niño tiene
cien lenguas
cien manos
cien pensamientos
cien maneras de pensar
de jugar y de hablar
cien, siempre cien
maneras de escuchar
de sorprenderse, de amar
cien alegrías
para cantar y entender
cien mundos
que descubrir
cien mundos
que inventar
cien mundos
que soñar.

El niño tiene
cien lenguas
(y además cien, cien, y cien)
pero se le roban noventa y nueve.

La escuela y la cultura
le separan la cabeza del cuerpo.

Le hablan:
de pensar sin manos
de actuar sin cabeza
de escuchar y no hablar
de entender sin alegría
de amar y sorprenderse
sólo en Pascua y en Navidad.

Le hablan:
de descubrir el mundo que ya existe
y de cien
le roban noventa y nueve.

Le dicen
que el juego y el trabajo,
la realidad y la fantasía,
la ciencia y la imaginación,
el cielo y la tierra,
la razón y el sueño,
son cosas
que no van juntas.

Le dicen en suma
que el cien no existe.

Y el niño dice:
En cambio el cien existe.

 

En la propuesta educativa REGGIO EMILIA se reconoce una ruptura con las bases de la escuela tradicional. Se considera a niños y niñas como personas repletas de posibilidades, dueños y creadores de su propio aprendizaje.

Cada niño es diferente y único, por lo tanto, su manera de relacionarse con los demás y sus habilidades serán distintas.

Pero todos tienen 100 lenguajes; 100 maneras de expresarse; 100 maneras de mostrarnos como ven ellos el mundo. 100 lenguajes que se complementan, se integran e interaccionan entre ellos. Diferentes maneras de pensar y comunicar el pensamiento.

A menudo se piensa que la única manera de expresarnos es a través de la palabra pero, ¿por qué tiene que ser así?. No hay duda de que se puede trasmitir emociones, sentimientos e ideas a través de una mirada, un gesto, un juego, una sonrisa…

Son multitud los lenguajes con los que representar sus ideas, hacerse preguntas, explorar y errar, resolver dudas. Y es algo que no hay que dejar de lado, sino potenciarlo.

La labor del adulto, del educador en particular, es crear ambientes y espacios que potencie e invite a esa comunicación. De esto hablaremos en un próximo artículo  » El ambiente como tercer maestro»

Intentando resumir, el método Reggio Emilia reconoce al niño o niña  como centro del aprendizaje, por lo que se le debe dotar de libertad para curiosear, mostrar interés y desarrollar su propio potencial. No para conseguir realizar una tarea en particular, sino para despertar ese deseo de hacer las cosas, sentirse competente y capaz.

El docente debe acompañar a niñ@s en este proceso como observador y documentador de los procesos cognitivos. Para eso, a parte de crear ambientes que inciten a la investigación, a la creatividad y al afecto, debe saber interpretar los códigos que ofrecen esos 100 lenguajes (pedagogía de la escucha) para así saber guiarlos, tanto de manera grupal como de forma individual, y que ese interés propio del niño o niña se canalice y de como resultado algo productivo.